viernes, 8 de octubre de 2010

El despertador

¿No te pasa a veces que ves una foto que estabas vestida horrible y te preguntas porque nadie me dijo que estaba horrible? Y la verdad es que si, alguien te lo dijo pero no lo escuchaste. Es como cuando una madre te hincha, te dice “llevate el saquito” y vos no le das bola, hasta que te empezás a morir de frío. Como esa chica a la que las amigas le dijeron mil veces con indirecta, con directas, en varios idiomas “tu novio te mete los cuernos” pero ella no lo escucha, no lo cree, no lo ve. Te pueden decir un millón de veces que tomar sol sin protector hace mal, pero hasta que no quedes camarón no lo vas a entender. Todos le tenemos miedo a las pesadillas pero hay que tenerle miedo a los sueños felices, porque es de eso de lo que no queremos despertar. Si sos optimista, un realista te resulta pesimista. Vivir soñando es como tener una tarjeta platino sin límite, y que nunca te llegue el resumen. Si alguien despierta cuando estas teniendo una pesadilla, se lo agradecés. Pero si alguien te corta un sueño feliz, lo queres matar ¿o no? Somos cenicientas que borramos el número doce de todos los relojes, para que nunca se hagan las doce y la carroza no se nos haga zapallo. Claramente, todos odiamos al despertador, pero qué sería de nuestra vida sin él ¿no? ¿Qué despierta un despertador cuando te despierta? Tus sentidos ¿no? Salís del sueño y empezás a ver, a escuchar, a oler, a sentir. Pero poder despertar primero hay que desearlo. Luego intentarlo. Y después dejar que ocurra. 

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